Parque de los Colores Donde ahora está el parque de los Colores, antes había un inmenso terreno sin urbanizar. Ahora, las personas de los barrios de Santa Rosa, Plana Lledó y Can Borrell (un barrio antiguo, un barrio obrero de los años 60 y un nuevo barrio), pasean libremente. El parque es el espacio común deseado, sin ninguna valla ni ninguna reja, que ha permitido conectar los tres barrios que lo rodean. https://www.molletvalles.cat/@@site-logo/logo-mollet-del-valles-blanc.svg

Parque de los Colores

Donde ahora está el parque de los Colores, antes había un inmenso terreno sin urbanizar. Ahora, las personas de los barrios de Santa Rosa, Plana Lledó y Can Borrell (un barrio antiguo, un barrio obrero de los años 60 y un nuevo barrio), pasean libremente. El parque es el espacio común deseado, sin ninguna valla ni ninguna reja, que ha permitido conectar los tres barrios que lo rodean.
El Parque de los Colores permite realizar todas las actividades y actos culturales para la gente mayor, los niños, los jóvenes... A pesar de la singularidad del espacio, también permite los usos habituales de un parque. Las pistas de petanca están en un lugar donde los mayores llevan años jugando. Los árboles plantados de nuevo han ido creciendo y protegiendo con sus sombras a quienes juegan.
Los pavimentos
Los pavimentos son de diferentes colores y tipos, como las procedencias, las hablas, las edades, las diferentes personas que hoy pasean por aquí: madera, cemento de colores, baldosa árabe. Encontramos el tronco de una palmera y, unos metros más adelante, la copa. Los bancos son de formas onduladas, como las montañas de Montserrat, que se ven en días despejados desde Mollet. Y las bases de los bancos, de hormigón, todas distintas, tienen formas de animales: un cocodrilo, un dragón, un pez, un perro... Las ondulaciones son suaves como las crestas del Vallès y los juegos de las dos zonas infantiles.
El agua
Hay chorros de agua, fuentes de azulejos azules de formas ondulantes, con más bancos al lado que los días de verano pueden ser un refugio refrescante. Éste es un lugar donde siempre ha habido agua, como la que se encontraba en la mina de Can Borrell, las balsas, los pozos, la acequia que iba al lavadero público de Can Lledó, donde las mujeres lavaban la ropa. El agua brota del suelo; en el parque llueve todos los días y los chorros son los charcos de la lluvia. Si se mira a través del agua, la luz provoca un arco iris. Entre los chorros de agua, destaca uno que tiene pintadas sobre las baldosas azules unas letras: Enric Miralles y el de la ciudad, con la tipografía que utilizaba en los planos, tal y como lo escribía el autor: unos pequeños muelles ( que significan "mollet"). La cerámica es obra de Toni Cumella.
El espacio de eucalipto huele y, si se sube un poco, se descubren grandes macetas -no hay un modelo único- con romero, lavanda y otras especies olorosas. Olores que nos llevan al Mollet rural, al que todavía existe en Gallecs. Alzando la cabeza, se pueden ver unas estructuras de elementos cerámicos (ladrillos) que reproducen formas de barandillas y paredes de las antiguas casetas y edificaciones de los barrios. El ladrillo, elemento humilde, limpio, básico; tal y como es, sin rebozar, como lo fue en las primeras edificaciones de la zona.
En el lado dels Pinetons, el sol atraviesa agujeros y se filtra por las rendijas en un juego de luces y sombras como las de un bosque donde siempre hay hojas porque es perenne. Aquí, un grupo de gorriones ha hecho nidos. Estas estructuras ayudarán a formar una arboleda más espesa cuando crezcan los árboles.
Los grafitis
Al lado de la calle Francesc Layret. hay unas grandes estructuras de cemento y de acero colgadas sobre unas columnas de tres patas que se encuentran arriba formando un nudo. Representan grafitis en homenaje a los jóvenes artistas anónimos urbanos. Los grafitis se han pintado sobre otros grafitis; las letras han evolucionado, como cambian las paredes de los barrios con los grafitis pintados. Nada estático porque todo cambia. Además, se convierten en una singular pérgola que proyecta sombras interesantes.
En las gradas, las puertas de entrada a los almacenes de jardinería son de hormigón, como las de las antiguas bodegas. Para subir, es necesario pisar una superficie azul que hace pendiente. Vuelve así la sensación de agua en lo que debían ser las escaleras del centro cívico previsto inicialmente. Lo que debía ser un edificio levantado, con patas, donde desde arriba se pudiera ver la vida que discurría abajo, como aquel hombre que vuela en un cuadro de Chagall, como una iglesia italiana construida en distintos niveles. Desde lo alto de las gradas se puede ver el parque, los pisos, las casas, el agua, la gente sintiéndose viva.
Las luces
La iluminación del parque destaca por las farolas en forma de pequeños troncos de madera hechos como las travesías de la vía del tren. Se proyectaron como rosas pero algunos les llaman pitos. Las otras farolas, las alargadas que salen de la copa de la palmera, invitan a llegar a la rambla de la Unió, a la confluencia con la gran rambla que nos lleva al centro de la ciudad y la atraviesa hasta el otro lado. Unas farolas patentadas por Philips con el nombre de Model Mollet, que tienen un proyector en uno de los lados del tubo de plástico y producen la sensación de luz en el resto del tubo, a través de zigzags, con un mínimo consumo.
Situación
Entre la avenida de Caldes de Montbui y las calles de la Agricultura y de Francesc Layret. El parque también tiene acceso desde la rambla de la Unió.
Horario
El acceso es libre.
Servicios
Espacio delimitado de juego para niños, áreas de juegos infantiles, pistas de petanca, fuentes de agua potable, escenario para actuaciones, aseos públicos en el Centro de Servicios El Lledoner.
Superficie
34.000 m²
Datos técnicos y de protección
El proyecto se realizó entre 1992-1995 y la ejecución de la obra entre 1995-2001. Los arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue fueron autores del diseño del parque. Incluido como espacio protegido en el Plan de Ordenación Urbana.
El autor

Enric Miralles nació en Barcelona en 1955 y se graduó en la Escuela Técnica de Arquitectura de Barcelona en 1978. Fue catedrático de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, director de la Städelschule, premio FAD-2000, arquitecto diseñador del cementerio de Igualada, el pabellón olímpico de tiro con arco en la Vall d'Hebron, las pérgolas metálicas de la avenida de Icària en la Vila Olímpica, el palacio de baloncesto de Huesca, la residencia de estudiantes de Morella, la sede del Círculo de Lectores de Madrid, la reforma de Santa Caterina y del parque de la Diagonal Mar en Barcelona. Fuera de nuestro país diseñó edificios de rascacielos en Buenos Aires, la Universidad de Arquitectura de Venecia, el pabellón de meditación de Unazuki en Japón, el Parlamento escocés y la remodelación del antiguo edificio del ayuntamiento de Utrech (Holanda), inaugurado por la reina Beatriz.

Trabajador incansable, después de estar asociado con diferentes arquitectos, desde 1992 trabajó con Benedetta Tagliablue, su mujer y al mismo tiempo coautora de proyectos. También compaginó estas actividades con cursos en las universidades más prestigiosas de Europa y América.

El estilo de Enric Miralles es difícil de clasificar. Ambos rasgos que le han dado proyección internacional son la libertad formal y un lenguaje plástico innovador. Miralles combina las raíces de la tradición con la desestructuración de las formas. Decía un crítico que Miralles transformaba la arquitectura, como Picasso diseccionaba los rostros de mujeres.

El 3 de julio de 2000 moría en Sant Feliu de Codines, en una casa desde la que le gustaba observar buena parte de la llanura del Vallès. Su muerte, con tan sólo 45 años, interrumpió una carrera fulgurante, llena de creatividad e imaginación. El Parque de los Colores, en Mollet del Vallès, es la obra que dejó más avanzada al morir y la primera que se inaugura en nuestro país después de su desaparición.

Para saber más: http://www.mirallestagliabue.com /

Enric Miralles i Mollet

El Ayuntamiento de Mollet fue a buscar a Miralles por su estilo tan personal de hacer y el arquitecto aceptó detenerse un tiempo en nuestra ciudad; se paseó, durante días, por la Plana Lledó y Santa Rosa. Entraba en los bares, hablaba con los vecinos y vecinas, observaba mucho y escuchaba más. Durante meses realizó reuniones periódicas con los servicios técnicos y culturales municipales para ir afinando el proyecto a partir de las necesidades que se planteaban. Intercambiaban llamadas telefónicas y faxes; iban a visitar el solar en horarios inusuales, compartían preocupaciones… Y del conocimiento surgió el amor. Al final, Miralles se enamoró de Mollet y Mollet de Miralles.

Su forma de estudiar los sitios y de elaborar el proyecto fue verdaderamente artesanal. Con su propuesta, el parque dejaba de ser un paisaje cualquiera para convertirse en un paisaje contra el olvido y la indiferencia. Todo el mundo sabía la parte de provocación que contenía el proyecto, porque no dejaría a nadie indiferente, porque tendría grandes detractores y muchos defensores. Era uno de esos proyectos en los que se necesitaría tiempo y paciencia para acabarlo y digerirlo hasta que formara parte inseparable del paisaje molletano. El Parque de los Colores era uno de esos lugares donde él decía que permitía jugar con el tiempo. Pero lo que nunca pensó fue que justamente el tiempo era lo que no le quedaba a Enric Miralles, que este dejar pasar el tiempo debería hacerse sin su presencia.

Miralles entendía el Parque de los Colores como un proyecto narrativo desde el principio para acabar señalando un momento muy concreto: el de la confluencia entre los vecinos del barrio de Santa Rosa y los de la Plana Lledó. También explicaba (justo unos días antes de morir), que del Parque de los Colores se llamaba, técnicamente, un lugar sin jerarquía, un espacio abierto en el que los papeles cambian: es el ideal del espacio libre que permite muchos tipos de comportamiento. Pero, eso sí, cuando esté construido, la gente descubrirá, de repente, un punto que aunque excepcional y sorprendente, le permitirá un sitio para sentarse, y encontrará una sombra que le permita imaginar dónde se encuentra.

La inauguración del Parque de los Colores, el 13 de julio de 2001, fue un homenaje a Enric Miralles.

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